Me haría sueño en la noche,
pensamiento en el silencio,
me haría, aun menos que nada
por sentirme tan solo un instante;
carne de tu carne,
sangre de tu sangre,
un segundo en el tiempo
prendido en el ojal de tu vida,
y así, por un momento,
pensar que eres mía.
Despierta rosa del reposo
y mira;
porque aquí estoy yo;
tan solo un hombre
con hambre y sed de amor.
Eres flor de loca pasión;
la de mi pasión loca.
Me tienes roto, herido.
Llorando estoy mis imposibles
sobre los cristales de tus mejillas:
Lluvia timorata
deslizándose sobre tu piel
suavemente, como una caricia
que se hace beso
entre los pétalos rojos
de tu sensual boca.
Y es allí, donde queda;
cuan crisálidas gotas de rocío:
suspiros de amor mecidos
en el viento de tu indiferencia...
y aun así, en su adiós,
te dejan el sabor dulce
de un te quiero amargo,
para luego,
desvanecerse como un sueño,
como la infundada sospecha,
e ir así, poco a poco muriendo.
Y tú, dormida...
Rosa de luna y fuego como te deseo.
Pero al igual que mis sueños
tu perteneces a la noche
y a estos pobres versos que te escribo.
-Te odio, te amo.
Libreme Dios de estos demonios
y a mi corazón de tus espinas.
¡Cómo te odio!
Mi bella durmiente
¡Cómo te amo!
Si tu supieras...
Francisco J. Gil